martes, 11 de diciembre de 2012

EL TERREMOTO


Aquel día Pedro “El Aturdido” se había levantado sin ganas de hacer nada, estaba decaído, como el día: gris, plomizo, sin embargo cuando salió a la calle los colores parecían más brillantes que nunca porque las hojas de los árboles tenían un barniz que la lluvia de hacia solo unos minutos les había pintado y las tejas estaban más rojas y las pizarras de un negro más intenso. Penso en los problemas de matemáticas que todavía tenía sin resolver y su ánimo volvió a decaer. ¡No tenía ganas de ir al colé! El humo de una chimenea se elevaba airoso confundiéndose con los algodones de las nubes. Entro en el corral de la abuela ¡traigo la leche! La abuela ya tenia puesto el cocido y los garbanzos saltaban alegres mezclados con el tocino y la carne. Se quedo mirando la olla rebullía ¡glup glup! ¡Pedro tráeme los huevos del gallinero antes de ir a la escuela! Si abuela.

Al salir nuevamente a la calle percibió aquel olor tan especial de los días de lluvia, mezcla de hierba, flores mojadas. ¡Hola Pedro! Era su amigo Trampantojos el que se presentaba en sus peores momentos y eran amigos porque compartían las peores travesuras, su imaginación la de Pedro El Aturdido, se juntaban con la maldad del Trampantojos y aquello era una mezcla explosiva ¡Una bomba!

Las gallinas picoteaban en el corral ajenas al terremoto que se aproximaba y las vacas rumiaban pacíficamente conviviendo en armonía.

Trampantojos susurro: Pedro, el gallo pelirrojo tiene manía al gallo pequeñajo, a todas horas le pica y le incordia, pienso que hoy sería un buen momento para darle un escarmiento ¿Qué te parece si les atásemos y que tengan que pasar todo el día juntos para ver si acaban por entenderse?

En un santiamén acabo el día gris y plomizo para Pedro “ El Aturdido”, Trampantojos corría, perseguía y gritaba al gallo pequeñajo y Pedro al pelirrojo.

El Terremoto que se formó en el corral no se puede explicar en pocas palabras, las gallinas cacareaban y subían con su corto vuelo chocándose unas con otras, la vaca que se había levantado perezosamente, entumecidas las patas, tuvo que aligerar e indecisa y aturdida chocándose con los pesebres, acabo arrastrando las palas, los cubos y salió haciendo sonar rabiosamente la esquila que colgaba de su cuello por el portalón del corral hacia un rumbo desconocido. El perro empezó a ladrar con furia y finalmente Trampantojos cayo sobre el nidal aplastando la pareja de huevos que las pacíficas gallinas habían colocado con amorosa delicadeza, pero... sin el gallo pequeñajo en sus manos. Pedro miró a su alrededor ¡era un terremoto! ¿Qué iba a pasar?

¡Dios mío! Es la hora del colegio. Salieron corriendo a la escuela.

Sentados en su pupitre Pedro “El Aturdido” y Trampantojos escuchaban al maestro que explicaba, lo que era un terremoto y su efecto devastador.

Pedro “El Aturdido” pensó en otro terremoto el que había provocado con su amigo Trampantojos.