Al salir nuevamente a la calle percibió aquel olor tan especial de los días de lluvia, mezcla de hierba, flores mojadas. ¡Hola Pedro! Era su amigo Trampantojos el que se presentaba en sus peores momentos y eran amigos porque compartían las peores travesuras, su imaginación la de Pedro El Aturdido, se juntaban con la maldad del Trampantojos y aquello era una mezcla explosiva ¡Una bomba!
Las gallinas picoteaban en el corral ajenas al terremoto que se aproximaba y las vacas rumiaban pacíficamente conviviendo en armonía.
Trampantojos susurro: Pedro, el gallo pelirrojo tiene manía al gallo pequeñajo, a todas horas le pica y le incordia, pienso que hoy sería un buen momento para darle un escarmiento ¿Qué te parece si les atásemos y que tengan que pasar todo el día juntos para ver si acaban por entenderse?
En un santiamén acabo el día gris y plomizo para Pedro “ El Aturdido”, Trampantojos corría, perseguía y gritaba al gallo pequeñajo y Pedro al pelirrojo.
El Terremoto que se formó en el corral no se puede explicar en pocas palabras, las gallinas cacareaban y subían con su corto vuelo chocándose unas con otras, la vaca que se había levantado perezosamente, entumecidas las patas, tuvo que aligerar e indecisa y aturdida chocándose con los pesebres, acabo arrastrando las palas, los cubos y salió haciendo sonar rabiosamente la esquila que colgaba de su cuello por el portalón del corral hacia un rumbo desconocido. El perro empezó a ladrar con furia y finalmente Trampantojos cayo sobre el nidal aplastando la pareja de huevos que las pacíficas gallinas habían colocado con amorosa delicadeza, pero... sin el gallo pequeñajo en sus manos. Pedro miró a su alrededor ¡era un terremoto! ¿Qué iba a pasar?
¡Dios mío! Es la hora del colegio. Salieron corriendo a la escuela.
Sentados en su pupitre Pedro “El Aturdido” y Trampantojos escuchaban al maestro que explicaba, lo que era un terremoto y su efecto devastador.
Pedro “El Aturdido” pensó en otro terremoto el que había provocado con su amigo Trampantojos.