martes, 4 de junio de 2013

De vuelta a casa


Había regresado por fin a su casa, después de una larga ausencia, en seguida subió a la azotea , era su lugar favorito. Las jardineras, gracias a los cuidados de una amiga estaban bien cuidadas y como la primavera empezaba a despuntar los pequeños arbolitos que se podaron a finales de enero estaban echando sus brotes. Ya tenían flores los alhelíes y los tulipanes rojos asomaban por entre el verde de la hierbabuena. Allí ella respiraba hondo y sentía una paz como en ningún otro lugar. Quizás si alguien le hubiese visto pasar la mano suavemente por las plantas y flores no entendería pero aquella caricia era un recuerdo contenido. No siempre tuvo ese amor a las plantas, es más hubo un tiempo en que le fastidiaba que ellas le robasen el tiempo que él les dedicaba, pero cuando murió y pasados unos días subió a la azotea y las encontró casi secas y mustias les echó un agüita y cuál no sería su sorpresa cuando al día siguiente las encontró enderezadas, le estaban dando las gracias y desde aquel día las cuidaba y ellas le compensaban con su alegre colorido.

Paseo su mirada por los tejados y azoteas próximas y luego alargo la vista hasta el cementerio de San Isidro, destacaba el verde oscuro de algunos cipreses. ¡Cuánto ha cambiado todo ¡ Ahora el espacio esta atiborrado y por el otro lado que en un tiempo veía la sierra y las montañas con su nieve ahora estaba amurallado con una fila de casas.

No estaba dispuesta a que la nostalgia hiciese mella en su corazón así es que rápidamente se calzo unas deportivas y salió a la calle.  Fue al parque al del Barco Pirata , se sentó en un banco el sol lucia y calentaba , se estaba bien , se propuso observar para ver cómo era ahora la gente, sus vecinos ,se preguntaba si después de su larga ausencia reconocería a alguien. Muchos niños jugaban en el parque. El Barco estaba lleno de pequeños piratas que pugnaban por subir a lo alto, escalar y tirarse por los toboganes al mar de arena.

¿Cómo te llamas? Se aventuro a preguntarle al pequeño que jugaba con un cubo y pala en la arena cerca de ella: Pedro, respondió .Se ensimismo mirando como una y otra vez el niño afanosamente llenaba el cubo de arena y lo vaciaba. Nadie parecía estar pendiente de Pedro, así es que ella se intereso. ¿Tú madre está por aquí? Quizás, pensó sea la oportunidad para empezar a conocer a alguien del barrio. No, respondió ¡Ah!         ¿estas con amiguitos?. El niño levanto su cabecita de cabellos negros y ensortijados y abrió mucho sus grandes ojos. No, estoy solo.

Decidió esperar, seguro que en algún momento alguien aparecería. Cerró los ojos. Jugó con sus hijas en el Barco Pirata, le dolían de perseguir con ellos a las tres por las escalas, los brazos de alzar a la más pequeña y tirarla por el tobogán, las piernas de correr detrás de la pelota. Algunos chavales más mayores hacían virguerías subiéndose a lo más alto.

En el parque paseaban personas mayores, algunas en grupos se veía mientras charlaban entre ellas aprovechaban para  quemar algunas calorías. De vez en cuando dejaban paso a un ciclista, a un deportista que corría o a un perro.

Tenía que organizarse, mañana iría al super cerca de casa, haría una buena compra para que subiesen todo y tener para una temporada lo necesario. Esperaba con alegría la visita de sus nietos, planearía con cuidado como tener preparados sus platos favoritos, lo que más le gustaba a cada uno.

Dos mujeres se sentaron en el banco a su lado. Las presto un poco de atención. Eran guapas, de piel morena, hablaban de los niños, cuatro o cinco que correteaban por el interior del Barco Pirata, de las papillas, de las meriendas. Rápidamente pasaron a conversar del pelo y de las uñas, de la peluquería que frecuentaban, por su acento dedujo que su país de origen no era España. Las miro tratando de sonreír y entablar conversación. Pedro cogió una paletada de arena y la vació desde lo alto del cubo levantando una nube de polvo. Las dos mujeres no dijeron nada y se fueron al banco que estaba justo al otro lado.

¿No viene nadie a jugar contigo Pedro? No. ¿Juegas tú conmigo? ¿a qué? .A contar cuentos. Tú primero. Ella escogió uno de los que guardaba en su memoria:

“Cuentan que un labriego subía por la Cuesta de la Vega con su carro lleno de guindas. Tiraba el burro con parsimonia de la colorida carga, cuando una piedra del camino se hincó en su pezuña. Al pegar un respingo se vino a tierra el carro rodando las guindas por el suelo. El labriego se lamentaba de su mala fortuna, gritaba, pataleaba….Pasaba por allí un frailecico que compadecido ayudo a levantar el carro, recogiendo con paciencia las guindas. El labriego sorprendido y agradecido al ver que su carga no se había malogrado pidió al frailecico que le diera sus señas, quería recompensar el favor recibido con un donativo. Pasados unos días acudió al convento con la intención de cumplir su promesa. Llamo  al portalón preguntando por el fraile Antonio que le había ayudado. Aquí dijo el portero no hay ningún fraile con ese nombre, pero puede pasar y le mostrare con gusto nuestro convento que tiene un bonito claustro. Cuál no sería la sorpresa del labriego cuando colgado en una de las paredes había un cuadro con el retrato del mismo fraile que le ayudó a recoger sin estropear ninguna todas las guindas. Pero… si es este el fraile que me ayudo dijo ¡OH! Es imposible este es San Antonio”.

Esta historia Pedro esta recogida en un cuadro ¡Pedro! Grito. Miro a su alrededor Pedro no estaba. En todo lo que su vista podía abarcar no vio al niño. El sol se estaba poniendo y sintió frio. Las mamás recogían los juguetes desperdigados por la arena del parque.

Gracias Pedro por hacerme compañía. Regresemos a casa que tenemos mucho trabajo por delante.

 

1 comentario:

Gema García Ingelmo dijo...

Me encanta el cuento, pero además lo has ilustrado con unas fotos muy bonitas, que a mí me dicen un montón. :)